miércoles, 11 de noviembre de 2009

La democracia está sobrevalorada

Soy consciente de que el título del artículo es bastante arriesgado y políticamente incorrecto en los tiempos que corren. Hoy en día criticar a la democracia es como negar la existencia de Dios en los tiempos de la inquisición. Es una herejía, y condena a los mensajeros al más absoluto ostracismo, ya que por suerte, nuestro nivel de civilización actual impide los ajusticiamientos públicos.

Sin embargo, y aun a riesgo de ser culpado de hereje, voy a plantear los argumentos en los que baso mi alegato y a continuación trataré de esbozar soluciones al problema, si bien, dichas soluciones son sólo, como digo, esbozos y deberían ser desarrolladas o, mejor aún, desechadas y sustituidas por unas soluciones bien meditadas y mejor redactadas.


Duración de las legislaturas

En mi opinión el más flagrante vicio de la democracia es la duración de las legislaturas. En muchas de las democracias del mundo, incluída la española, se establece un tiempo de 4 años entre convocatorias electorales para así garantizar la alternacia política, dando la opción a la ciudadanía a elegir a otros gobernantes si no están satisfechos con la dirección del gobierno de turno durante su legislatura. Aunque parece algo necesario e inalienable para la salud democrática, ésto no tiene en cuenta que muchos de los problemas más graves de nuestra sociedad y del mundo, son de una escala temporal mayor, de decenios o centenares de años incluso. Estos problemas se tornan irresolubles y eventualmente pueden golpear duramente a nuestra sociedad con efectos devastadores.

Ejemplos de problemas de escala de tiempo mayor son la crisis energética que se avecina o el cambio climático que tenemos a la vuelta de la esquina. Los gobiernos no están tomando seriamente cartas en asuntos tan graves y que realmente nos alarman (o deberían). Algo más tangible y que ya se ha consumado es la crisis económica que llevaba fraguándose de 8 a 10 años y desembocó en la situación económica actual. Como hemos podido comprobar los gobiernos poco o nada hicieron para prevenirlo, cuando todo el mundo podía preveer que realmente existía un problema dejando patente que algo no funciona en nuestro sistema.

¿Por qué ocurre esto? Porque esos problemas a largo plazo, en realidad, no son problemas rentables electoralmente hablando. De hecho, si algún gobierno tratase de poner medidas probablemente iría en contra de sus egoístas intereses de reelección, ya que, esos recursos podrían ser utlizados para resolver problemas más triviales, más vistosos y en una escala de tiempo "óptima", justo para las nuevas elecciones. Aún peor, las valientes medidas a tomar irían en contra del desarrollo económico del país (en esa escala de tiempo, tan corta de miras), y la propia ciudadanía, aun consciente (o no) de que existe un problema mayor, se dejaría llevar por los cantos de sirena demagógicos de la oposición de turno, dando lugar a un cambio de gobierno. Por algún motivo, aunque estas medidas sean necesarias, esta clase de "suicidio" político por el bien común no es una opción entre nuestros nunca bien ponderados y queridos gobernantes.

Por ejemplo, la actual situación económica en España, aun teniendo fuertes raíces en la situación exterior, está agravada seriamente por las políticas interiores que han alimentado la burbuja inmobiliaria y que aún no ha estallado con toda su fuerza. Esta burbuja es consecuencia de la liberación de los precios del suelo promovida por el PP hace 3 legislaturas que ayudó en su momento a capear la crisis económica de las "puntocom". España puso toda su fuerza en la construcción dando al desarrollo económico del país un fuerte impulso.

Sin embargo, una vez pasada la crisis de las "puntocom" el gobierno debería haber cambiado gradualmente de dirección, empezando quizá en la segunda legislatura del PP, para llevar el modelo económico a algo realmente productivo y propio de un país desarrollado. Pero la consecuencia de semejante acción habría sido un repunte del paro y un parón en el crecimiento de la economía que habría sido utilizado como arma arrojadiza por la oposción, así que no se hizo nada y la burbuja siguió creciendo.

Luego los papeles cambiaron. Aunque el problema de la vivienda era algo ya bastante obvio y preocupante, el PSOE siguió en la misma línea, dejando inflar aún más la burbuja, llegando incluso a negar la evidencia justo antes de las últimas elecciones. El resultado es que ahora el sector de la construcción está sufriendo (y lo que le queda) un brusco "ajuste" (como eufemísiticamente llaman los economistas) en vez de haber vivido (no sufrido) un descenso gradual, siendo esta situación preferible para cualquier persona con dos dedos de frente, aunque para ello la economía creciese de un modo más moderado en los últimos años.

Al fin y al cabo la crisis inmobiliaria es "sólo" dinero. No quiero imaginar qué será de nosotros con problemas como el de la crisis energética o el cambio climático si tratamos estos problemas de manera tan negligente. Por ello es necesario un cambio de concepción del sistema democrático imperante a tenor de los desafíos que se nos presentan a medio plazo y quizá no tan "medio" como nos pintan.


El congreso

Otro de los problemas graves del sistema es el funcionamiento del congreso. Idealmente el congreso es la mayor expresión de la democracia, donde cada congresista representa a miles de ciudadanos con sus ideales políticos, su conciencia y, por supuesto, con su voto.

Pero la realidad es que un congreso acaba degenerando en un auténtico mercadeo de favores donde la ideología pasa a un segundo plano y donde los señores congresistas ya no votan en conciencia la mayoría de las veces, sino por motivos de mucha más baja moralidad. Éste comportamiento se ve acrecentado por la figura de los partidos políticos que incluso imponen la "disciplina de partido" mediante la coacción. La disciplina de partido es un vicio intolerable y es antidemocrático de por sí, donde la idea de la élite de un partido se imponen sobre todo el congreso durante toda una legislatura, sólo avalada por una decisión tomada por los ciudadanos un día con información deficiente, en el mejor de los casos, para tomarla. De esta manera, el congresista que debería representar a miles de ciudadanos, con sus ideales, con su conciencia y con su voto, pasa a ser una figura irrelevante y sin poder de decisión. El resultado es que con el funcionamiento actual el congreso está abarrotado de de gente irrelevante de la que podríamos prescindir ahorrándonos así un buen pellizco en sueldos.

Éste no es el único problema del congreso. La democracia impone que cualquier ciudadano puede acceder al congreso. La idea en sí a primera vista parece correcta, pero en realidad es un lastre para el correcto funcionamiento de un congreso ideal. ¿Cómo puede alguien emitir un veredicto sobre algo de lo que no posee los conocimientos necesarios o incluso desconociendo absolutamente la materia? De esta manera alguien incluso sin graduado escolar dará su opinión sobre asuntos económicos, de política exterior, sobre tecnología y biología, etc, y su opinión tendrá el mismo peso que la de un experto en la materia dentro del congreso, si es que tuviéramos la suerte de tener uno.

Este planteamiento podría llegar a alarmarnos, pero la realidad de lo que ocurre es bien distinta. Los partidos tienen sus propios expertos fuera del congreso para formar la opinión al respecto de los distintos temas que superan a sus señorías en el seno de los partidos. Todo esto aderezado con la disciplina de partido convierten al congreso y los votos en un mero paripé. En realidad no estamos gobernados democráticamente por nuestros políticos, sino por una oligarquía de expertos elegidos arbitrariamente por la élite de los partidos, eso sí, entorpecidos por las "guerras" políticas internas y externas y por los intereses de la élite en cuestión, que poco o nada tienen que ver con los intereses de la sociedad.


Los partidos políticos

De todo lo dicho podemos deducir que los partidos se han convertido en un obstáculo para la democracia, pero ahí no acaba su maliciosa manipulación. Aun suponiendo que nuestros representantes nos representaran realmente éstos serían para tal tarea elegidos dentro del partido de manera no democrática y sería poco probable que fuesen elegidos por méritos propios. La realidad del día a día de los partidos es que sufren de una incurable "endogamia". Las élites eligen quiénes van a optar a los puestos de responsabilidad dentro de nuestro sistema democrático, ya sea por afinidad o por devolución de favores.

Como consecuencia el congreso es ocupado por las mismas personas durante decenios y son sucedidas por sus hijos, sus sobrinos, etc. La mayoría de estas personas son irrelevantes, simples monos amaestrados para pulsar el botón que les indican sus amos, siendo finalmente el congreso un trabajo cómodo y bien pagado en el que no hay que pensar demasiado para desempeñarlo y reservado para unos cuantos afortunados cuyo único mérito ha sido haber nacido en una familia determinada, "por la gracia de Dios" como los príncipes y nobles de antaño.

Y la peor consecuencia de la existencia partidos políticos es que se convierten en aunténticas empresas cuyo único objetivo es obtener el gobierno y mantenerlo como un fin en sí mismo y no como un medio para mejorar la sociedad, como debería ser. Así, los partidos recurren a la demagogia y al clientelismo para satisfacer a sus votantes y obtener su favor en las inmediatas elecciones, en vez de llevar políticas realmente beneficiosas y necesarias a largo plazo. Como puede verse, este hecho está muy relacionado con el principal problema que es la duración de las legislaturas.


Propuesta para dar solución al problema

Como consecuencia de todo esto, queda claro que la democracia, tal como está planteada es un sistema que hace aguas ante el más mínimo análisis y hace difícil reconciliarla en su funcionamiento básico con un sistema realmente eficiente y acorde con los tiempos actuales. Ante tal crítica se hace necesario proponer una alternativa, que esbozo a continuación.

En el mundo altamente tecnológico actual, podemos crear un nuevo sistema de gobierno basado en la meritocracia y llevando el voto y el interés político a toda la ciudadanía. Se crearía un congreso virtual al que tendrían acceso todos los ciudadanos que consistiría en un sistema de publicación de medidas y su discusión para su defensa y/o mejora y final aceptación o rechazo.

Una vez presentada una medida, tendría un plazo de tiempo a determinar en el que los ciudadanos decidirían mediante voto qué estudios mínimos serían necesarios para participar en el debate. Cada ciudadano tendría configurados sus conocimientos en su cuenta y por tanto si una medida empieza a ser votada para coincidir con su propio conocimiento, aparecería resaltada en su cuenta como relevante y podría de esta manera reforzar la relevancia votándola. El efecto sería una especie de red neuronal en el que cada neurona es una persona y que determinaría la relevancia de las medidas propuestas y los estudios mínimos para discutirlas.

Una vez cumplido el plazo, pasarían a discutir la medida aquellos ciudadanos cuyos estudios mínimos coincidiesen con lo pactado en la votación anterior y se procedería a su mejora y modificación hasta obtener un amplio consenso entre todos los expertos para ser aceptada. Si no hubiese consenso, la medida queda en el aire a la espera de modificaciones. Ni que decir tiene que todos los participantes lo harían de manera totalmente gratuíta, dejando así las discusiones a quienes realmente les apasione el tema de discusión y se tome la mejor medida, no la más conveniente para mantener ninguna posición.

Existiría (como existe hoy en día) una serie de funcionarios que harían cumplir con las medidas expuestas y aceptadas en los congresos virtuales y para la gestión de los recursos económicos. El congreso virtual puede llevarse desde el gobierno de la nación al ámbito local.

De esta manera eliminaríamos la clase política, las elecciones y todos sus vicios, convirtiendo la política real en un asunto de "hobbie" para que los ciudadanos dieran lo mejor de sí mismos a la hora de crear nuevas leyes y tratar temas importantes. Los temas serían tratados por personas especializadas sin mayor interés que el común y además existiría mayor conciencia social y un auténtico gobierno de la ciudadanía.